Aquel murmullo por parte del pueblo fue para Edelmiro como un trueno ensordecedor en su mente; ¿cómo era posible que no consiguiera relacionar ninguna realidad con esa palabra? ¿acaso estaba perdiendo sus facultades inventivas? "No,-pensó-tengo que hallar una respuesta a esa palabra, aunque me cueste la vida en ello. ¡Edelmiro jamás ensuciará su nombre por cosas así!"-se repitió varias veces.
De modo que se acercó al niño y le dijo:
-Y tú, ¿dónde has oído esa palabra?
El niño, con naturalidad, le respondió:
-La he oído por la calle. Aquí no pasa eso, dicen. Pero sí en el planeta 4-B20.
-Con que en el planeta 4-B30...
-No, en el 4-B20.
-De acuerdo. Y, ¿qué es lo que se supone que no pasa en el nuestro?
-La injusticia.
Para Edelmiro, aquella conversación no le había llevado a ninguna parte. De modo que, de forma tosca y cortante, le dio al niño las gracias y le sugirió que se apartara de su vista.
Ahora Edelmiro, el Sabio de las palabras, con la única duda que corroía su interior en mucho tiempo, tomó una decisión: era hora de marchar al planeta 4-B20. Cogió sus cosas y se marchó de la plaza.
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