"Apagando el equipo. Windows se está cerrando..."
Ricardo miraba, sin prestar atención, cómo el ordenador se apagaba. Estaba somnoliento y no se tenía casi en pie. Deseaba que la pantalla se ponía en negro, como si le estuviera diciendo un "buenas noches". Ésta quedó negra, y el chico se levantó del sitio, casi perdieno el equilibrio, cerrando los ojos cada dos por tres. Ya no podía más. Cada vez se sentía peor. No creía que durara más tiempo.
Fue al cuarto de baño. Se lavó la cara, se enjuagó la boca con flúor y se contempló al espejo, y en el lúgubre reflejo proporcionado por la tenue lucecita del cuarto pudo observar la luna, que asomaba la cara por la ventana de la ducha. Esa vista le reconfortó.
Salío del aseo y avanzó por el pasillo, hasta llegar al dormitorio. Allí se desvistió y se puso el pijama. Tras varios intentos equivocados de meter la pierna por la pernera correcta del pantalón de noche, trastabilló y cayó en la cama. Allí, en aquella postura un tanto incómoda, se quedó esperando.
Y al final sucedió.
Ricardo se durmió.
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