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Música

lunes, 30 de noviembre de 2009

El Sabio de las palabras (I)

Edelmiro Costal apareció por aquella ciudad sin pasar desapercibido. Cuestiones de negocios, dicen. Otros que por cuestiones de investigación, pero ninguno en aquella ciudad al norte de las tierras templadas había oído algo así acerca de alguien de tan extraña presencia.

Edelmiro Costal era creador de palabras. Su trabajo consistía en exprimir, poco a poco y laboriosamente, cada una de los vocablos que pasaban por su mente, recombinando cada parte, cada sílaba, cada sonido, para designar las nuevas realidades que se sucedían sin orden ni concierto en aquella sociedad de progreso, paz y harmonía.

Un día, en la plaza del pueblo, se organizó un festival de palabras, al que fue invitado Edelmiro, ocupando la posición de juez supremo. Decenas de tanto anónimos personajillos de clase media como altos literatos de la ciudad se presentaban ante él para proponerle palabras nuevas y sus respectivas acepciones.

“Versiquiásmico”, formulaba un literato, a lo que Edelmiro le respondía:

-Se dice de la clase de verbo utilizado en la poesía post-presupermoderna del siglo veintidós, estructurado de forma irregular, entrecruzado con otro y de difícil lectura.

El sabio, perplejo, se retiraba a un rincón, donde asimilaba su derrota ante aquel señor de los términos y sílabas.

“Tostadística”, preguntaba otro, a lo que el gran Sabio de las letras:

-Rama de las nuevas Matemáticas que estudia la caída caótica de la tostada sobre su parte untada de mermelada contra el suelo. A su vez, formula las probabilidades de mancharte de mantequilla.

Este hombre, también vencido, marchó al rincón de los derrotados, a darse cuenta de su error al formular una palabra tan sencilla.

El Gran Edelmiro comenzó a aburrirse, y proclamó que sólo aceptaría una palabra más. Los ciudadanos comenzaron a murmurar entre sí, pero de entre todos, salió un niño, acompañado por su familia, siendo seguramente el benjamín, y formuló la última de las palabras:

“Injusticia”.

Tras unos instantes, la gente se dio cuenta: Edelmiro no sabía la respuesta.

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