Historia de un mago

Posiblemente, mi interés por este arte que es la magia surgiría allá por finales de siglo, cuando tan sólo contaba cinco o seis años. Y el dato que me extraña más es que probablemente empezase gracias a un conductor de autobús.
Dudo que mi familia lo recuerde, pero en su día solíamos coincidir con un "autobusero" con el que nos llevábamos requetebien (es más, me ha visto crecer a saltos de un par de años). Y un día, me dijo; "te voy a hacer un truco de magia..." Posiblemente, el truco más simple que existe, pero me lo hizo tan cerca y tan perfecto que me pareció un milagro.
"¿Ves esta moneda? Son veinticinco duros, normales y corrientes, pero aun así...no-par-pa-de-es..." Se empezaba a frotar la moneda contra la muñeca y...¡zas! la moneda no estaba. Es más, tanta palabrería utilizó que acabé creyendo que la tenía debajo de la piel.
Eso se convirtió en mi obsesión pasajera. Me seguí encontrando con él, y me lo siguió haciendo...y jamás lo comprendía (hasta unos meses más tarde, claro). En mis ratos de "tiempo libre", como se llamaba aquella clase de primero de primaria, que tan lejana me parece ahora, me dedicaba intentar imitar la proeza de aquel amigo conductor. Y siempre fracasaba. Es más, una vez, distraído, no presté atención a que mientras la frotaba contra la muñeca se me había caído la moneda al suelo, y, cuando levanté la mano...
¡Había hecho magia! ¡Lo había conseguido! ¡YA ERA MAGO! Aquel día salí contentísimo de clase, creyendo, inocente de mi, que con mis nuevos poderes, tal vez, pudiese hacer la vida, quién sabe...un poquito más facil.