No hay otra forma de salvarse. Hace poco, y para disgusto, oí en la radio que en madrid y su periferia se ha dado la voz de alarma: la nube de contaminación, esa gran boina verdimarrón, se ha lanzado hacia los madrileños sin piedad. Uno no puede ir a ningún lado sin ver cómo en el horizonte el cielo va cambiando paulatinamente de color; primero el azul; luego, el grisaceo; más adelante, el naranja, y por último, un marrón letal.
¿Cuál será la solución que nos propondran ahora? Solo queda esperar...y aguantar sin respirar mucho tiempo.
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